Los abonos verdes son cultivos que no se realizan para ser recolectados sino, principalmente para ser incorporados de nuevo al suelo con el objetivo de mejorar el índice de fertilidad de dicho suelo y además para reducir la incidencia y presión de determinados patógenos que pueden afectar a ese cultivo o suelo.
Esta herramienta agronómica aporta materia orgánica de rápida degradación, que alimenta de energía y de nutrientes a los microorganismos del suelo. Estos microorganismos son los que realizan las transformaciones necesarias para que los elementos nutritivos del suelo se conviertan en asimilables por las plantas y según su especie aportan también funciones directas o indirectas de acción biocida.
Según el objetivo buscado en cada caso, podemos optar por especies de diferentes familias, siendo las más habituales, gramíneas, leguminosas o crucíferas.
☝🏽 Destacamos algunos de los beneficios más importantes del uso de abonos verdes en agricultura:
✅ Impiden, en gran medida, la pérdida por lixiviación del nitrógeno y de otros elementos, en el caso de las leguminosas, enriquecen el suelo de nitrógeno.
✅ Limitan el desarrollo de hierbas adventicias, bien directamente por el efecto de la cubierta vegetal en sí misma o bien indirectamente, porque ciertos abonos verdes tienen capacidad de inhibición de ciertas plantas adventicias negativas para el desarrollo normal del cultivo.
✅ Protegen o mejoran la estructura del suelo. Al disminuir la compactación del suelo, se facilita el desarrollo de los sistemas radiculares y la circulación del agua en el mismo.
✅ Mejoran la sanidad de los cultivos al contribuir al equilibrio de los suelos y a otros efectos con acción biocida. En ese caso, una vez seco y picado el abono verde, la práctica más adecuada será la de incorporarlo al suelo incluso con una posterior solarización.
Para este último caso, el objetivo es reducir la población de patógenos del suelo de forma ecológica evitando el empleo de sustancia químicas. El efecto a medio plazo es el equilibrio sanitario y nutricional en el suelo de forma que permita un desarrollo correcto de nuestros cultivos.
Actualmente se conocen ciertas especies de plantas que tienen buena acción biocida, entre ellas destacan las crucíferas Brassica rapa y Brassica juncea que puede ser también aprovechada como biodesinfectantes en el transcurso de su descomposición tras el picado y enterrado del abono verde. En estos casos, si se cubre con un plástico transparente bien sellado al suelo, se realizará una solarización con efectos muy positivos frente a determinados hongos patógenos. Otras especies como Raphanus sativus y Avena strigosa son recomendadas para control de nemátodos.
Estos efectos biocidas se producen entre otros gracias a la producción de glucosinolatos cuando la planta alcanza el máximo desarrollo en el proceso de floración o cuando la silicua está en estado lechoso. Este es el momento para picar la planta e incorporarla al terreno mediante grada o fresadora. Si se añade estiércol la biofumigación es más efectiva debido al aumento de temperatura. Una vez los glucosinolatos se hidrolizan se convierten en isotiocianatos con muy acción biocida frente a nemátodos, bacterias, hongos e incluso algunos insectos.